El autor de esta aportacion es un ex-testigo de
Jehová, que por la gracia de Dios abrazó la fe católica. Mientras se
preparaba a recibir el Bautismo y volverse así una "nueva criatura",
escribió el presente artículo a un amigo suyo, que también se preparaba para
el bautismo. Cinceramente, lo e considerado muy importante, tan importante que el propio Jesucristo al comienzo de su predicacion fue Bautizado.
Con
ocasión
de tu Bautismo
En este viaje que ahora me lleva a las puertas de la Iglesia Católica, mi mayor
interés (aparte de las Escrituras, claro está) se llegó a centrar en los
primeros quinientos años de la historia del Cristianismo. Mi intención era
sencilla; simplemente hallar qué clase de vida llevaba un cristiano en esos
tiempos y qué clase de congregación era la Iglesia niña. Si la actual Iglesia
Católica es la invención de Constantino, como afirman algunos, un sincretismo
forjado por la política imperial, entonces el estudio de los escritos que
sobreviven desde aquellos tiempos haría claro el desvío que la Iglesia
sufriera supuestamente luego de la muerte de los Apóstoles. Me zambullí de
cabeza en los libros seminales del Cristianismo, especialmente en los escritos
que los discípulos directos de los Apóstoles nos han dejado.
En ocasión de tu bautismo, José Luis, me gustaría que consideraras algunas de
las cosas que hacen a ese momento crucial en la vida de un cristiano y descubras
conmigo los elementos que forman este precioso sacramento. Algunas de estas
cosas te sorprenderán tanto como me sorprendieron a mí, pero no dudo que la
experiencia te dejará enriquecido y con una visión más profunda de la
importancia del paso que vas a tomar. Por lo tanto aquí va.
El
Bautismo en la Historia
El bautismo fue una vez un rito religioso pagano practicado entre los pueblos de
la antigüedad y también entre los judíos. La palabra bautismo es de origen
griego: “baptizo” significa sumergir como cuando uno sumerge una pieza de
tela en la batea de tintura para teñirla, por ejemplo. Los baños sagrados son
comunes a muchas religiones antiguas, como los ritos eléusicos o el hinduismo y
el budismo.
El teólogo presbiteriano Francis Schaeffer escribe: “Hay dos señales
designadas para marcar la promesa de los pactos [divinos]; la circuncisión en
el caso de Abraham y el bautismo en el caso de los cristianos. Sin embargo
ninguna de ellas es original. Han sido usadas por muchos pueblos anteriormente y
en el caso del Judaísmo y el Cristianismo les han sido dados nuevos
significados, que son definitivos por haber sido asignados por Dios mismo.”
(“Genesis in Space and Time”, Intervarsity Press
1972)
Los romanos del tiempo de Cristo se
interesaron en las religiones místicas de Egipto y Babilonia en algunas de las
cuales se practicaba el bautismo como ritual. Por ejemplo en los ritos de
iniciación del culto de Isis, el iniciado confesaba sus pecados delante de
otros devotos y era luego bautizado en la creencia que el baño ritual lo
purificaba de sus faltas y lo enrolaba en las filas de la diosa salvadora.
Los judíos también practicaban el bautismo ritual para purificación, como
sabemos por citas varias del Apóstol Pablo y por los documentos sobrevivientes
que muestran el uso que el bautismo era común entre los Levitas y las
comunidades religiosas no levíticas de diferentes épocas, como por ejemplo
entre los Esenios del primer siglo.
El bautismo cristiano deriva del bautismo establecido por Juan el Bautista. La
genealogía de Juan en Lucas 1:5,6 indica que el hombre designado por Dios para
bautizar a Jesús era descendiente de Levitas por la línea paterna y también
materna. Juan es por lo tanto el hombre adecuado para bautizar y ordenar el
ministerio de Nuestro Señor. No sabemos precisamente cuál es el origen del
bautismo de Juan. Si la idea vino de fuentes judías o paganas, no lo sabemos,
pero podemos afirmar que la práctica es adoptada y santificada por su adopción
en la Iglesia Cristiana y por el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo.
Otra importante función, la más importante, del bautismo de Juan fue la
revelación del Cordero de Dios al mundo. El bautismo entonces no es una invención
cristiana sino que fue precedido por ritos similares de otras religiones. Al
incluirlo Jesús en la doctrina cristiana por orden y práctica, Nuestro Señor
le ha dado un sentido sacramental. El bautismo es el primer sacramento de la
Iglesia Cristiana, la primera iniciación y el medio para nacer de nuevo a la
realidad del Reino de Dios.
El Salmo 89:11 dice “El Cielo y la Tierra y todas las cosas que ambos
contienen me pertenecen, dice el Señor”. Todas las cosas son propiedad de
Dios porque por su divina voluntad fueron creadas y por su poder, sabiduría,
justicia y amor siguen existiendo aun hasta hoy. Es claro a lo largo y a lo
ancho de las Escrituras que Dios puede hacer santo lo que no lo es, para bien de
Su propósito. Él ha tomado pecadores de entre los hombres para hacer para sí
un “pueblo santo”. Si fuera inapropiado el que Dios tomara elementos del
mundo para su propio uso en la adoración veraz… estaríamos todos en un
verdadero problema y la salvación humana sería imposible.
Hay muchos libros escritos con el propósito (falaz) de “exponer” prácticas
paganas en el cristianismo. Libros como “The Two
Babylons” de Alexander Hyslop y “Babylon Mystery Religion” de
Ralph Woodrow. Concluir que una
iglesia que adopta un rito pagano es, por lo tanto, pagana, entra en conflicto
directo con la adopción del bautismo por Nuestro Señor Jesucristo que lo
instituyó para que se practicara públicamente en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo.
Es bueno meditar sobre esto porque muchos pueden haber incurrido en blasfemia
por medio de seguir razonamientos falaces y condenatorios, “llamando
inmundas las cosas que Dios ha santificado” (ver Hechos 10:15).
Cuando estudiamos los escritos de los primeros siglos no dejan de sorprendernos
la consistencia, sana uniformidad, sencillez y sentido común de las doctrinas
del bautismo y la regeneración. Si alguien creyera que las citas que siguen son
caprichosas o maliciosamente seleccionadas, lo invito a leer las obras
completas. Fácilmente se comprueba que los únicos que han puesto en duda la
eficacia de este sacramento han sido los divisores de la fe, los gnósticos y
los no creyentes.
Estos son los mismos que niegan la Trinidad, la deidad de Cristo, la unidad orgánica
de la Iglesia. Nunca (Hasta después de la Reforma Alemana del siglo XVI) nadie
negó la naturaleza, significado, eficacia o importancia del sacramento
bautismal.
Por mil quinientos años la entera cristiandad fue de una sola mente en lo que
toca a esta cuestión. El bautismo, como tantas otras cosas, no está descrito
en detalle en las Escrituras, y aunque
hay suficiente mención de este sacramento, no hay una “guia” digamos,
similar al Padrenuestro, que indique exactamente como bautizar a un prosélito.
La Escritura en este caso se completa en la práctica con la tradición guardada
desde tiempos apostólicos y es un buen ejemplo de como debiéramos examinar lo
que creemos a la luz de lo que han creído los cristianos de todas la épocas, “la
fe que fue una vez entregada a los santos” (Judas 1:3).
El
Bautismo y nuestra salvación
Nuestra salvación depende de muchas cosas y no solamente de bautizarnos. Muchas
sectas van por el mundo invitando a gente a una comida (he visto esto en las
Filipinas) con la condición de que antes de comer declaren “creo en
Jesucristo” y sean bautizados. El bautismo no es una marca mágica que nos
hace invulnerables al pecado o al juicio de Dios. Tal cosa le resulta obvia a
cualquiera que haya leído las Escrituras. Una buena lista de los
“elementos” que hacen a la salvación sería la respuesta a la pregunta: ¿Cómo
recibo la salvación, justificación, nuevo nacimiento y vida eterna en Cristo
Jesús?
He
aquí una posible lista de “elementos”.
§ Por medio de creer en
Cristo (Juan 3:16; Hechos 16:31)
§ Por medio del
arrepentimiento (Hechos 2:38; 2 Pedro 3:9)
§ Por medio del bautismo
(Juan 3:5; 1Pedro 3:21; Tito 3:5)
§ Por obra del Espíritu
Santo (Juan 3:5; 2 Corintios 3:6)
§ Por medio de la declaración
de nuestra fe (Lucas 12:8; Romanos 10:9)
§
Por medio de conocer la
verdad (1 Timoteo 2:4; Hebreos 10:26)
§ Por obras (Romanos 2:6,7;
Santiago 2:24)
§
Por cumplir los mandamientos (1 Corintios 7:19)
§ Por bondad inmerecida o
gracia (Hechos 15:11; Efesios 2:8)
§
Por la sangre sacrificial
de Cristo (Romanos 5:9; Hebreos 9:22)
§ Por la justicia o santidad
de Cristo (Romanos 5:17; 2 Pedro 1:1)
§
Por el sacrificio en la
cruz (Efesios 2:16; Colosenses 2:14)
Nota que la Biblia no nos lleva a “esto o aquello” como respuesta a esta
pregunta tan importante. Ninguno de estos elementos es sobrepujante hasta el
punto de anular a todos los demás, ninguno de ellos puede ser eliminado,
bastando los otros para hacer el trabajo de nuestra salvación. Cada vez que nos
enfrentamos a las dicotomías “por fe o por obras”, “por esto o por
aquello” no estamos pensando bíblicamente. La totalidad de la salvación
humana es obra de Dios y no es algo simple, reducible a una ecuación. Así como
no podemos reducir la creación del mundo material a una fórmula química, la
creación espiritual que enseña el cristianismo no puede ser reducida a una
simple definición estatuoria del tipo “cree en Jesucristo y serás salvo”.
Es obvio que los demonios creen en Jesucristo y no son salvos por eso, y que una
fe sin obras no sirve para la salvación; ni las obras sirven para nada si no
tenemos la fe. El creer debe estar en consonancia con el resto de nuestra vida y
con el propósito último de Dios y de su Reino.
¿Sólo
un símbolo? ¿Una "declaración pública"?
El bautismo entonces es la puerta a esta gran casa que es la Iglesia de Cristo.
No hay que temer el atribuir al bautismo los poderes sacramentales con los que
ha sido imbuido por Dios. Muchas sectas consideran el bautismo una simple
formalidad simbólica, un acto mínimo. ¿De dónde sale este punto de vista
minimalista del bautismo? Ciertamente no viene de tiempos apostólicos. Esto es
probado por la uniformidad de creencias en las doctrinas de la antiguas iglesias
litúrgicas, el Catolicismo y la Ortodoxia. Por quince siglos no hubo jamás
ninguna otra posición doctrinal con respecto al bautismo. Es como resultado
de la Reforma que se comienza a pensar en el bautismo como una declaración pública
y nada más. Esta es una doctrina que comienza como una reacción histórica y
no surge de las Escrituras ni de la práctica continua de quince siglos de
historia cristiana. Esta doctrina de la “declaración pública” es el
resultado de la lectura inductiva de las Escrituras. En ese sentido los Testigos
de Jehová siguen en líneas generales las creencias de las sectas anabaptistas
inglesas y norteamericanas de los últimos doscientos años pero no la práctica
tradicional cristiana de veinte siglos. Habiendo sido declarada necesaria esta
posición anabaptista, se han buscado excusas escriturales para sostenerla; pero
como comparto ahora contigo, te resultará evidente que el bautismo es un
acto regenerador y milagroso en consistencia con toda la evidencia
presentada en las Escrituras y contenida en los documentos tradicionales más
antiguos del Cristianismo.
Importancia
del Bautismo en la Historia Sagrada
“En el principio Dios creó los cielos y la tierra. La tierra estaba sin forma
y vacía, oscuridad cubría el abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la
superficie de las aguas. Y Dios dijo …” (Génesis
1:1-2)
Ya conoces de dónde vienen estas palabras y te invito a ver en ellas la
presciencia divina que puso las aguas y el Espíritu en estos versículos para
testimonio de la originalidad divina de nuestro bautismo. Antes del bautismo hay
una tensión y hay oscuridad, pero luego del bautismo se hace la luz en el corazón
cristiano comienza la creación espiritual, la segunda fase de la creación por
Dios que se realiza en el alma del hombre por la mismas fuerzas que generaron el
universo material. (Por favor compara con 2 Cor 4:6 y 6:14 Efe 4:18) Las aguas
son concentradas en un lugar y fuera del agua “emerge” la tierra seca de
cuyo suelo Dios forma al hombre.
Teófilo de Antioquía (184 A.D.) “Aquellas cosas que fueron creadas de las
aguas recibieron la bendición de Dios, de tal manera que esto fuera un signo de
que los hombres en un tiempo futuro recibieran arrepentimiento y remisión de
pecados a través del agua y baño regenerativo” (Jurgens, “The Faith of
the Early Fathers”, Lithurgical Press 1970-79)
Sabemos por las Escrituras que Cristo fue el primogénito de la creación de
Dios, pues fue engendrado antes que el tiempo existiera “y por medio de él
todas las cosas fueron hechas”. Paralelamente en su bautismo, Jesús comienza
la creación espiritual siendo el primogénito (en bautismo y resurrección) de
muchos hermanos por venir (Rom 8:29) Así es que en el bautismo se inicia la
nueva creación, cuando nos bautizamos nacemos “de arriba” y somos
integrados al cuerpo de Cristo.
San Ambrosio en su tratado “De los Misterios” dice: “¿Qué
has visto [en el baptisterio]? Ciertamente agua, pero no solamente agua, también
has visto a los diáconos allí ministrando y al obispo, haciendo preguntas e
invocando… Cree entonces que la presencia de Dios está allí. Considera cuán
antiguo es el misterio [del bautismo] prefigurado aun en el origen del mundo,
cuando Dios hizo los cielos y la tierra, ‘el Espíritu’, se nos dice, ‘se
movía sobre la superficie de las aguas’. El, que se movía sobre las aguas ¿no
trabajó sobre esas mismas aguas? El agua entonces es aquello en lo que la carne
es sumergida para que todo pecado carnal sea lavado en ella” (Phillip
Schaff, “The Nicene and Post-Nicene Fathers”, H. De Romestin, Eerdmans
1983).
La historia de Noé es otro tipo del bautismo. A medida que progresamos en la
historia descubrimos más prefiguraciones del bautismo y de sus cualidades. Esto
presupone dos cosas: que el bautismo es una declaración íntima de la
presciencia de Dios y que es una revelación de su método creativo, una
ilustración que nos permite ahondar en el misterio del nuevo nacimiento aunque
no seamos doctores en la fe. La liturgia y los sacramentos hacen evidente
el amor y el firme propósito de Dios de salvarnos. En este caso el
bautismo revela en nosotros mismos que Dios designó nuestra salvación desde el
principio del mundo, haciendo evidente que su amor no sólo es infinito sino
también eterno.
En el caso de Noé se representa al bautismo (1 Ped 3:20-22). Este paralelo es
mencionado en las Escrituras con frecuencia como así también en los escritos
de los primeros Padres de la Iglesia Cristiana. Es de notar no solo la salvación
por el paso a través de aguas, el arca cerrada por Dios, el hecho de que Noé
fuera carpintero como Jesús lo fue, la aceptación en el arca de los animales
limpios e inmundos, el número de almas que se salvaron del diluvio (Noé, que
representa a Nuestro Señor, con su esposa, sus tres hijos y nueras son siete
almas mas una, lo que pareciera indicar una salvación total). Además de estos
detalles tan sugestivos encontramos la paloma con la rama de olivo, símbolo del
Espíritu Santo que hace la paz entre Dios y los hombres. ¿Es el cuervo un símbolo
del pecado que deja el arca luego del diluvio para no regresar jamás?
San Cipriano (martirizado en la persecución de 258 A.D.) nos deja escrito: “Porque
así como en el bautismo del mundo, en el cual la iniquidad antigua fue purgada,
aquel que no estaba en el arca de Noé no pudo ser salvado de las aguas, de tal
manera no puede ser salvado por el bautismo aquel que no ha sido bautizado en la
Iglesia que está establecida en unidad con el Señor de acuerdo al sacramento
de la única arca.” (“Las Epístolas de Cipriano” citado en “The
Nicene and Ante-Nicene Fathers” de A. Cleveland Coxe, Eerdmans 1985).
Otro pacto entre Dios y los hombres se establece en vida de Abraham. Si lees Génesis
7 y Exodo 12, allí se describe el convenio de la circuncisión. Como ya habrás
podido notar la circuncisión no se aplicaba a los nuevos miembros que nacían
en la comunidad judía cuando éstos llegaban a la edad adulta. Todo lo
contrario, en el octavo día, el bebé era circuncidado y con ello recibido en
la comunidad de Israel y de Dios. Nuestra unión con Dios no es un acuerdo
intelectual entre dos personas maduras. No, sino que somos herederos de una
promesa y nuestro nacimiento en la familia de Dios nos hace ineludiblemente su
propiedad, como se le dijo a Abraham: “Todo el que sea nacido en tu casa o
comprado con dinero”. La
circuncisión tiene en común con el bautismo el símbolo o representación de
dejar la carne atrás, de deshacerse de la carne inservible para poder ser fructífero
en el servicio del cielo, dentro del marco de la comunidad divinamente escogida.
La circuncisión en el viejo testamento equivale al bautismo en el nuevo
testamento (Col 2:11-13) En el bautismo tenemos la circuncisión de Cristo.
Es curioso que también Moisés fuera “salvado de las aguas” y que su
circuncisión se mencione en el Génesis así también como la salvación de su
hijo, amenazado por un espíritu destructor, se obtiene por medio de
circuncidarlo y establecer un “pacto de sangre” entre la esposa de Moisés y
Dios (¿Será ella un símbolo de la Nación o de la Iglesia en este caso?)
En el Exodo se nos presenta la otra gran ceremonia del antiguo pacto: La cena
del pasaje, la pascua, simbólica del sacrificio de Nuestro Señor. Así como el
bautismo es representado por la circuncisión, la Eucaristía es representada
por la cena pascual. Nadie podía comer de la cena de Pascua sin haber sido
antes circuncidado.
El cruce del Mar Rojo por el pueblo de Dios es la otra apta representación del
bautismo (1 Cor 10:12). La esclavitud en Egipto es simbólica de nuestra
esclavitud al pecado, al mundo y al Diablo; que terminó cuando los israelitas
cruzaron el mar a través de la aguas milagrosamente partidas. El mismo paralelo
del diluvio se presenta aquí. Las aguas que salvan a los creyentes causan la
muerte de los incrédulos. Así como el diluvio fue seguido de un sacrificio en
comunión por Noé y su familia, el paso a través del mar es seguido por la
comunión del pueblo en el maná, el pan del cielo, y el agua que sale de la
roca que los seguía. De nuevo se nos presentan los sacramentos del bautismo y
la eucaristía. El pueblo que sale de Egipto sin embargo, debe nacer de nuevo y
engendrar una nueva generación para entrar en la Tierra Prometida. Tal como en
la circuncisión, la carne antigua, rebelde y pecaminosa es dejada atrás como
las carcazas de la generación quejumbrosa que fueron dejadas en el desierto.
Hay sin embargo una característica del bautismo que no hemos tocado todavía.
Ya ves como por símbolos parciales Dios revela al hombre las verdades completas
del cielo y esto se completa un poco más al considerar el milagro de Naamán en
2 Re 5. ¡Qué historia asombrosa! Aquí tenemos alguien que es “exterior” a
la familia de Dios, un sirio, un enemigo de Israel. Una pequeña esclava
israelita le revela al gran Naamán de Siria el camino de la curación por el
profeta Eliseo. La jovencita es un tipo simbólico de la Iglesia que apunta a
los extranjeros gentiles en enemistad con Dios a la salvación por medio del
bautismo. Naamán se rebela por lo que parece un asalto a su dignidad pero a
instancias de sus propios servidores se despoja de su orgullosa actitud inicial
y se baña siete veces en el Jordán hasta que sus carnes rejuvenecen como la
carne de un muchachito (¿No es esto un símbolo claro del nacer de nuevo?) Nótese
el paralelo y véase por qué la Iglesia temprana consideraba este pasaje como
una prefiguración del bautismo y la regeneración que lo sucede. San Ambrosio
en “De los Misterios” usa a Naamán como un símbolo claro del
sacramento bautismal y la regeneración que permite que nuestros pecados
secretos sean perdonados y dejados atrás con la carne rebelde. Otro escritor de
la Iglesia primitiva Efraín el Sirio menciona algo similar en sus “Himnos
para la Fiesta de la Epifanía”. Luego veremos los comentarios de Ireneo a
este mismo respecto.
Ezequiel, que fuera desterrado a Babilonia alrededor del 599 A.C. tuvo la misión
profética de anunciar la futura restauración de Israel a la pura adoración y
obediencia a Dios y a sus leyes. Ezequiel 36:22-27 nos revela un tipo del
bautismo como agente purificador y esto ¡Cerca de 600 años antes de Juan y Jesús!
Este pasaje de Ezequiel une en un arco perfecto las antiguas leyes de purificación
de la Torah con el sacramento cristiano del bautismo. (Compárese con Num 8:7,
purificación de los Levitas y con Núm 19:17 donde las cenizas del sacrificio y
el agua son mezcladas y salpicadas sobre el pueblo para hacerlos “limpios”).
Este salpicar puede ser paralelo del salpicar expresado en la profecía mesiánica
de Isa 52:15, las palabras de Jesús en Juan 3:3-5 y finalmente la orden
universal de “ir y hacer discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo”, que se parece mucho en estructura y fraseología
al primer mandato de “Creced y multiplicaos” que se encuentra en el Génesis,
sugestivamente, siguiendo a la primera creación del hombre.
Zacarías 13:1 menciona una fuente que, en mi opinión, señala inequívocamente
al bautismo. Es una alusión a la venida de Cristo al que
se presenta abriendo una fuente para lavar los pecados, y que no se puede
interpretar de otra manera. El comentarista John E. Walvoor en “The Bible
Knowledge Commentary” (Victor Books, 1985) cita: “Ese día se refiere
al futuro día del Señor. La frase “en ese día” ocurre 16 veces en los
tres últimos capítulos. En el día de la crucifixión de Jesucristo la fuente
fue abierta potencialmente para todo Israel y el mundo entero […] la limpieza
espiritual de la nación es asociada en otras partes de la Escritura con la
regeneración espiritual de Israel y la inauguración del Nuevo Pacto”
Los
comentaristas clásicos y el bautismo
El comentarista del siglo XVIII Matthew Henry escribe en su comentario sobre
Zacarías 13:1 lo siguiente: “Esta fuente abierta es el costado traspasado
de Jesucristo, de quien se habla en el pasaje anterior, porque de allí salen
sangre y agua ambos para nuestra limpieza. Aquellos que miran al Cristo
traspasado, y amargamente lamentan los pecados que han causado que se lo
traspasara, pueden mirar de nuevo al que traspasaron y regocijarse en él esta
vez. Porque le ha placido al Señor el golpear esta roca para que pueda ser para
nosotros una fuente de aguas de vida .“ (Matthew
Henry’s Commentary, Hendrickson, 1991)
En su comentario “Commentary on the Old Testament” C.F. Keil y F
Delitzsch explican: “Por
esta agua debemos entender no solamente la gracia en general, sino el agua
bautismal que es preparada a través de la muerte sacrificial de Jesús, por la
sangre derramada por El y que es salpicada sobre nosotros para limpieza de
nuestros pecados en el bautismo”.
Martín Lutero escribe: “Esta fuente bien puede ser entendida como refiriéndose
al bautismo en el cual el Espíritu es dado y todos los pecados son lavados”
(“Luther’s Works”, Pelikan, Concordia 1973)
Volviendo a los Evangelios, Juan el Bautista dio testimonio de que él bautizaba
con agua en símbolo de arrepentimiento pero Aquel que venía detrás de Juan,
bautizaría con Espíritu Santo. En otras palabras no sería ya un asunto simbólico
sino una acción sagrada, un sacramento.
El Catecismo Católico expresa: “Celebrados apropiadamente y con fe, los
sacramentos confieren la gracia que simbolizan. Son eficaces porque en ellos
Cristo mismo está obrando: Él es el que bautiza, Él es el que actúa en los
sacramentos para comunicar la gracia que el sacramento simboliza.”
El bautismo entonces no es solamente un símbolo sino también una poderosa
transformación interior que es producida por Cristo a través de Espíritu
Santo.
En el caso del bautismo de nuestro Señor vemos al Espíritu Santo en la forma
de una paloma, como paralelo de la paloma del Génesis en el caso de Noé. El
Padre se complace en Jesús y está en paz con él. Este beneficio de la paz con
Dios por medio de la permanencia de su Espíritu es común ahora a todos los
cristianos que heredan la vida de Cristo por el bautismo. En el bautismo de
Nuestro Señor el cielo y la tierra han hecho contacto, por decirlo así, y
ahora la creación segunda está en operaciones por medio de la Iglesia
Cristiana que tiene en Jesús su primer hermano y miembro. En Juan vemos al
viejo pacto ordenando al nuevo. Juan es un levita perfecto, heredero de los
derechos sacerdotales por medio de padre y madre. Jesús es un judío perfecto
heredero del derecho real de David por medio de María, su madre; José, su
padre adoptivo y Dios su Padre en el espíritu desde la eternidad y en la carne
por medio de la Inmaculada Concepción.
Un efecto importante de este bautismo es la consagración del agua, el elemento
más común en nuestro planeta, para el propósito de la dádiva del bautismo y
el perdón por bondad inmerecida.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están presentes en este momento en una
sola mente, en un solo acuerdo, comenzando la segunda creación por Dios que
muestra la justicia de la primera creación y tiene como primogénito al mismo
Verbo que fuera engendrado antes del Tiempo y de la Historia para ser el Obrero
Maestro del Universo. Lo espiritual, misterioso, inasible, invisible, se revela
ahora en la persona de Jesús y en nosotros en el acto del bautismo sacramental
que nos hace nacer de nuevo. ¡Quién pudiera haber imaginado un símbolo tan
vivo y perfecto! De nuevo tenemos aquí el agua y por sobre el agua, el Espíritu
de Dios.
El nuevo nacimiento es mejor explicado en el caso de Nicodemo, al principio del
evangelio de Juan. “Verdaderamente te digo” (en griego “amen, amen”)
prepara el escenario para una doctrina que hará temblar los cimientos de las
creencias de Nicodemo, el maestro de la Ley.
El griego "anotheo" puede ser traducido como “de arriba” o
“nuevamente”, “de nuevo”. Parece que Nicodemo no entendió lo que Jesús
quiso decir cuando dijo “El que viene de arriba [anotheo] está por sobre
todos los otros”.
Es por eso que Jesús se refiere al acontecimiento aún fresco en la memoria de
todos, su propio bautismo cuando la gente tuvo testimonio al ver el Espíritu
descender sobre Jesús como paloma.
Nótese que Jesús no explica este tema en un marco de “esto o
aquello” sino en un marco de “esto y aquello”. No se trata
de “agua o espíritu” sino de “agua y espíritu”.
Es importante notar que el Espíritu puede estar presente en el agua así como
el Verbo está presente en la carne. La materia del Universo entero le pertenece
a Dios y no es imposible para Él hacer de la materia morada de cosas
espirituales.
Lo que sigue a la conversación con Nicodemo es sugestivo, Jesús marcha al Jordán
y comienza a bautizar. Estas dos cosas, el bautismo y el nuevo nacimiento no
fueron puestas en este mismo capítulo por nada. Son dos cosas asociadas y
unidas indisolublemente por Dios mismo. El bautismo entonces no es un símbolo
exterior de dedicación solamente sino que además es
el comienzo de la regeneración por Dios, el nuevo nacimiento. No está separado
de la fe y la práctica de la fe sino que trabaja en conjunto con los demás
elementos para producir la salvación del hombre.
Las sectas anabaptistas de las cuales los testigos de Jehová extraen su propia
tradición bautismal como puramente simbólica, disminuyen la importancia del
bautismo en sus tradiciones. Sin embargo es tradicionalmente indisputable y bíblicamente
demostrable que el bautismo es importante y necesario como sacramento y aún más
como primer sacramento de la Iglesia naciente: la fuerte expresión paulina “Un
Señor, una Fe, un Bautismo” (Efesios 4:5) debiera probar la importancia
de este sacramento más allá de toda duda.
En la comisión de hacer discípulos bautizándolos se define la importancia y
la necesidad del bautismo para perdón de pecados pero una más importante
característica es revelada en Marcos 9:20. Si bien estas frases finales no
aparecen en todas las versiones existentes de Marcos los eruditos han concluido,
en años recientes, que es posible que en épocas tempranas se perdiera esta
parte final del manuscrito y que la Iglesia, en conocimiento del contenido
esencial adhiriera lo que hoy se conoce como “conclusión corta” y que no
está en conflicto con ninguna otra parte de la Escritura. (Ver “The
Expositor’s Bible Commentary, nota de Walter Wessell, Gabelein, 1984 c. 8 p.
793) Es allí que encontramos “El que crea y es bautizado será salvado
pero el que no crea será condenado” . Es importante destacar la autoridad
conferida a los discípulos del primer siglo para perdonar pecados a través del
sacramento inicial del bautismo. El resto de las Escrituras cristianas confirman
esta particularidad de la autoridad apostólica que es otorgada por Cristo luego
de afirmar que toda autoridad le ha sido otorgada a él mismo. Para aquellos que
creen en el cristianismo silvestre y desperdigado baste este argumento que
claramente define y aumenta la autoridad apostólica que se extiende como la
autoridad de Cristo, no solo a lo ancho y largo del mundo sino a lo largo de la
historia por venir, ya que Cristo no fundó su Iglesia para que las puertas de
la muerte y el Hades prevalecieran contra ella o para que se disolviera en
apostasía en un par de decenios.
Ireneo, discípulo de Policarpo quien fuera él mismo discípulo del apóstol
Juan y heredero de su episcopado dice: “Y una vez más, dando a los discípulos
el poder de la regeneración en Dios, [Jesús] les dijo: ‘Id y enseñad a las
naciones bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo’ “ (“Contra las Herejías”, citado en “Ante-Nicene Fathers”,
Roberts and Donaldson)
El
Bautismo de Infantes Como Doctrina Apostólica
Martín
Lutero no entendió que este pasaje
excluyera a los infantes en la iniciación bautismal. En sus obras escribe: “¿Quién
ha de ser bautizado? Todas las naciones, eso es, seres humanos, jóvenes y
viejos… los pequeñines deben ser
bautizados cuando son presentados para
el bautismo por aquellos que tienen autoridad sobre ellos porque ellos no están
excluidos en la frase ‘todas las naciones’ y porque el santo bautismo es el
único medio para que estos pequeños alcancen la regeneración y el nuevo
nacimiento.” (“Luther’s Small Cathecism”,
Concordia, 1965). Cuando los
anabaptistas discordaron con esta apreciación de Lutero, él apeló al
argumento de “totius orbis constans confessio” o sea la confesión [y
práctica] de toda la Iglesia, que no es nada más que otra forma de referirse a
la tradición cristiana. ¡En pocas palabras, la entera
cristiandad no puede haber estado equivocada desde el primer día en un
dogma tan fundamental!
Juan Calvino, el reformador suizo del siglo XVI también afirmó la necesidad
del bautismo de infantes. En sus “Institutos de la Religión Cristiana”
Calvino dedica el entero capítulo 16 al “paedobaptismo” y defiende
la antigua tradición en una forma de lo más enérgica. Concluye esta defensa
de veintitantas páginas diciendo lo siguiente: “Sin duda
el designio de Satanás al asaltar el bautismo de infantes con todas sus
fuerzas, es el ocultar el testamento de gracia divina y gradualmente hacer
desaparecer lo que la mismísima promesa presenta delante de nuestros
ojos… por lo tanto a menos que maliciosamente queramos oscurecer la bondad
inmerecida de Dios, presentemos nuestros hijos delante de Aquel que les ha
asignado un lugar entre sus amigos y familia como miembros de la Iglesia” (“Institutes
of the Christian Faith”, Eerdmans, 1983)
.
En Hechos 2:37-41 se inicia la gran campaña de predicación mundial en
obediencia a esa “gran comisión” recibida en los días previos a la
Ascensión de Nuestro Señor. El Apóstol Pedro es quien predica que el bautismo
es un prerrequisito para el perdón de pecados y es el momento en que se recibe
el Espíritu Santo. Notemos los tres elementos de nuevo reunidos: Creencia,
aguas y Espíritu. Esta es la conclusión y la realización de las sombras proféticas
proyectadas por la creación del Génesis, el Diluvio y el Arca, Abraham, Moisés,
el paso del Mar Rojo, Naamán, Ezequiel etc. y que se aclara ahora en contexto
con la conversación de Jesús y Nicodemo.
Agua y Espíritu es el martilleo constante de la Escritura en lo que toca a este
tema. ¿Concluiremos que la fe no es imprescindible porque no se menciona en
estos contextos?
¡Por supuesto que no! Ya ves que Pedro no llama a la multitud a apoyarse en “sola
fide” o fe solamente. Nada debe desbalancearse de tal manera. Si la fe no
se menciona (aunque a todas luces está obviamente ahí) eso no significa que el
bautismo no es importante o que la fe no es importante para el acto bautismal.
El creer y el bautismo son indisolubles en ese sentido. Personas adultas que se
bautizan lo hacen porque tienen fe en Jesucristo y en el acto sacramental del
bautismo, en el caso de los infantes son los padres o los responsables quienes
ejercen la fe en lugar del chiquillo quien no es segregado del pueblo de Dios
porque aún no puede razonar lo suficiente como para creer en Dios y aceptarlo
como salvador personal. Si las lilas del campo y los pajarillos tienen
importancia para Dios, ¡Cuánto más lo tendrán los retoños de sus hijos
creyentes y fieles! Concluyo de una vez diciendo que estas distorsiones al
sacramento bautismal que hoy vemos realizadas en ciertas sectas son el resultado
de las creencias anabaptistas del siglo XVI y que ni siquiera formaban parte de
la teología de los primeros y principales reformadores de ese tiempo.
(Ver por favor Hechos 8:27 y 10:1, 44-48 prestar atención en el caso de
Cornelio a la expresión “y toda su casa” lo que en la antigüedad
incluía a los niños. Ver Hechos 11:14, 18:8 y 1 Cor 1:16)
La tradición judía determinaba que los prosélitos de las naciones
circuncidaran a todo varón de la casa, incluidos los niños tal como se cita en
las Escrituras en el caso de Abraham. El segundo pacto, el nuevo pacto, siendo
mejor y superior al primero no puede excluir a los niños que estaban incluidos
en el anterior.
El “Oxford Dictionary of the Christian Church” comenta al respecto: “En
los tiempos del Nuevo Testamento se pueden apreciar signos positivos de bautismo
de infantes en el hecho de que los hijos de padres cristianos son considerados
‘santos’ en oposición a ser ‘inmundos’; y también son exhortados a
obedecer a sus padres ‘en el Señor’ (Col 3:20 y Efe 6:1). No hay ninguna
sugestión o mandamiento de que los jóvenes busquen el bautismo al llegar a la
edad de la razón” (Oxford University Press, 1989).
Seguramente te habrá venido a la mente el episodio de Mateo 19:14. No debiéramos
bloquear el camino de los niños a Jesús, sino presentarlos delante del
Maestro.
La
doctrina y la experiencia del Bautismo de boca de Jesús y los Apóstoles
Verdaderamente te digo: A menos que uno nazca de nuevo del agua y del Espíritu
no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y
lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles si te he dicho:
“Debes nacer de nuevo para entrar en el Reino de los Cielos”
(Juan 3)
¿Qué quiere decir Jesús? Creo que es razonable enfocar el bautismo de Jesús
para entender lo que estas palabras quieren decir. En el caso de Jesús el agua
de su bautismo y el Espíritu Santo actúan en concordancia con la voluntad
divina claramente expresada. Dios ha provisto un sacerdote (Juan el Bautista) y
la bendición divina es se oye directamente desde los cielos para dar testimonio
a los que están presentes de que este hombre, Jesús, está aprobado por Dios,
en paz con Dios. La segunda creación comienza y el modelo perfecto del bautismo
es establecido para siempre. El sacerdote heredero de la verdadera tradición de
Aarón, el agua del Jordán, el Espíritu Santo que permanece en Jesús, la
aprobación del Padre y la presencia del Hijo. Todos a una en este momento
crucial de la historia tenemos un maravilloso ejemplo de como ejecutar este
sacramento. Esto es lo que significa “nacer de arriba”, “nacer de
nuevo”. En el futuro el
sacerdocio Aarónico será reemplazado por el sacerdocio apostólico. El
segundo, como el primero, hereda la autoridad conferida en principio por Dios
mismo (en Moisés y en Jesús, su antitipo).
Las palabras de Pedro en el Pentecostés son importantes porque es en ese
momento que la Iglesia es bautizada en Espíritu Santo. Hechos 2:37-41 confirma
que los apóstoles han recibido la autoridad de bautizar para perdón de
pecados. Pedro afirma que el bautismo es el requisito indispensable para el
perdón y la recepción del Espíritu. Por diez años la Iglesia ha recibido a
sus miembros judíos bajo esa condición y en ese orden (El bautismo en esos
tiempos precede a la unción en Espíritu Santo). Sin embargo, y para
probarle a Pedro que la puerta está ahora abierta a los hombres y mujeres de
las naciones, luego de la visión premonitoria, el Espíritu precede al
bautismo en el caso de Cornelio. Esta excepción es la mano de Dios
afirmando la apertura de las puertas de su Iglesia a las naciones del mundo y la
extensión de los beneficios de la salvación por la cruz de Jesús aún a
aquellos a cuyas manos Jesús murió. Recordemos que Cornelio es un romano
de Italia y que es un centurión. No puede haber ejemplo más fuerte y claro que
ése. El Espíritu y el Bautismo ahora están disponibles a todo el mundo sin
excepción. El perdón de Cristo en la cruz (“perdónalos Señor, porque no
saben lo que hacen”) se ha hecho manifiesto.
En Hechos 8:27-38 es evidente que los apóstoles y diáconos (Hechos 6:5) enseñaron
que el bautismo es un requisito elemental para
la salvación. ¿Cómo supo el eunuco etíope que era necesario bautizarse si
Felipe no se lo explicó previamente? Como punto adicional nótese que el eunuco
reconoce la interpretación de la Escritura como una interpretación autorizada,
autoridad que es refrendada luego por testimonio del Espíritu Santo. No hay
interpretación personal y solitaria en este caso.
En 1 Cor 7:14 la familia es consagrada por la membresía en el Reino de uno de
sus miembros. Cuando los discípulos impidieron que los niños se acercaran a
Jesús, en el pasaje de Lucas 18:15 se usa la palabra griega βρέφος
que significa un recién nacido.
Jesús no quiere mantener a estos más pequeños fuera de su reino y nos
demuestra que su bondad inmerecida alcanza aun a los de tan temprana edad. Él
mismo fue circuncidado y aceptado en Israel al octavo día de vida. El rito de
la circuncisión es la entrada al pacto antiguo de la misma forma que el rito
del bautismo es la entrada al pacto nuevo. Juan Calvino y Martín Lutero están
de acuerdo en considerar este pasaje como la razón fundamental para bautizar
infantes en la Iglesia.
La conversión de Pablo trae a la mente los elementos que antes expusimos en el
asunto de la creación. Pablo está en la oscuridad, ciego, su mente en desorden
con una confusión de ideas (recordar el Génesis citado antes). Al llegar Ananías
a la casa, éste le dice: “Sé bautizado y lava tus pecados por medio de
invocar Su nombre". Nótese
que se hace la luz para Pablo al caer las escamas que cubrían sus ojos.
Nótese que la fórmula es distinta a la usada en otras ocasiones (“cree en
Jesucristo” etc.).
No hay nada puramente simbólico en este bautismo, es la acción del Espíritu
Santo lo que primero mueve a Ananías a visitar a Pablo en la casa de la Calle
Recta y es el mismo Espíritu Santo que comienza a actuar en Pablo a partir del
sacramento bautismal.
Pablo, al escribir a los corintios en 1 Cor 10:1-4 hace una hermosa comparación
que nos confirma dos cosas. La primera es que el bautismo es lo que nos lleva al
Moisés antitípico que es Jesús. Y la segunda que la sumisión al arreglo
divino por medio del bautismo nos hace participantes en la “comida
sobrenatural” o “milagrosa” de
la Cena del Señor. Es doctrina cristiana cierta que nadie que no haya sido
bautizado puede participar del pan y del vino pues no ha puesto detrás de sí
al mundo y a la carne para aceptar al Reino de Dios en el Espíritu (ver Hebreos
13:10). ¿De qué otra forma se puede entender este discurso de Pablo si no es
así? Realmente no debiera sorprendernos la unicidad de la doctrina de boca de
uno de sus Apóstoles, uno que el mismo Señor Jesús eligió para que fuera nuestro
apóstol, ya que somos su rebaño de las naciones.
Comentando en este pasaje Matthew Henry explica: “[Los hebreos] tuvieron
sacramentos como los nuestros. Fueron bautizados en la nube y el mar por Moisés
y fueron hechos así herederos de la obligación a la Ley de Moisés y su Pacto.
Fue para ellos un bautismo típico [del nuestro]”
Es necesario recordar que el nombre Moisés significa “Salvado de las
aguas”.
En 1 Cor 6:9-11 se nota el uso sinónimo de las palabras “lavados”,
“santificados” y “justificados”.
En muchas de las sectas cristianas se trata de reducir el proceso de salvación
a una serie de pasos o etapas que el converso debe completar para ser salvo.
En esta lectura de Pablo se nota que los elementos parecen estar en el orden
incorrecto ya que algunos sostienen que la justificación viene primero, luego
la santificación (identificada por algunos como una mejora moral o cambio de
conducta).
Pablo trata estos términos como sinónimos en este caso pero yendo un poco más
allá estos términos son puestos en el tiempo aoristo del griego lo que implica
una acción ya completada en el tiempo. Es por eso que en el idioma castellano
se traduce “habéis sido” para recalcar la perfección del tiempo
verbal.
Pablo ha usado este término antes. La palabra άπολούω,
de la raíz “lavar” precedida por “apo” (άπο)
que le da el sentido de “afuera” o “echar”. El tiempo es aoristo en este
caso lo cual denota un solo instante del tiempo, algo ya ocurrido y completo,
nunca una continuidad de acciones que puedan extenderse hasta el presente. Aquí
volvemos a encontrar los elementos del agua, el Espíritu y la mención del
Padre, de Jesús y del Espíritu Santo bien apunta a la fórmula bautismal
ordenada por Jesús “en nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
Pablo en la carta a los efesios: “Hay un cuerpo y un Espíritu, así como
vosotros fuisteis llamados a una esperanza que pertenece a vuestra llamada, un
Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos nosotros”
El Bautismo es una incorporación el Iglesia de Cristo, su cuerpo. Es
también una declaración de unión con Cristo para cumplir lo que Jesús mismo
pidiera al Padre en Juan 17:20-33.
Un comentario dice: “El Bautismo es el complemento sacramental de la fe, el
rito por el cual el hombre logra la unión con Cristo y manifiesta públicamente
su cometido” (“The Letter to the Galatians” Brown, Fitzmyer, Murphy en
“The Jerome Biblical Commentary”, publ. Por Prentice Hall, 1968)
.
Siguiendo a Pablo, el Credo Niceno declara: “Reconocemos el bautismo para
perdón de pecados”. Algunos sin embardo declaran que el “un bautismo”
del que habla Pablo no es el bautismo en agua.
El catedrático protestante Andrew T. Lincoln sin embargo declara: “El
‘un bautismo’ es el bautismo en agua, el rito público de la confesión de
un Señor. El bautismo es uno porque es la iniciación y entrada en el cuerpo de
Cristo que es un solo cuerpo”. (“Ephesians”,
vol. 42 del Word Biblical Commentary, Word Books, 1990).
Tertuliano, en el segundo siglo escribe: “Hay para nosotros uno y solamente
un bautismo de acuerdo con los Evangelios del Señor y las Cartas de los Apóstoles
como suficientemente se nos dice ‘un Dios, un
Bautismo y una Iglesia’. Entramos entonces una vez en la fuente: Una vez que
los pecados han sido lavados no debieran repetirse jamás. Agua feliz que de una
vez lava y que no se burla del pecador con vanas esperanzas” (“Ante-Nicene
Fathers”, Roberts and Donaldson).
Ver y meditar en estas varias porciones de las cartas apostólicas: Col 2:11-12;
Tito 3:4-7; Efe 5:26; Heb 6:1-4, 1 Ped 3:18-22
.
Comentarios
sobre el Bautismo en los escritos de la Iglesia primitiva
El
Didacta o la Enseñanza de los Apóstoles
Este tratado o resumen se sabe anterior a la escritura de la mayoría de los
escritos del Nuevo Testamento y era usado para instruir nuevos discípulos,
entre otras cosas. El documento que nos ha llegado fue usado sin duda en vida de
los apóstoles y cumplía la función de un catecismo básico como preparación
general previa al bautismo.
“Todo esto apunta a una época muy temprana y muchos estudiosos consideran al
Didacta en algún punto temprano de la segunda mitad del primer siglo, esto es,
una fecha mucho más temprana que muchos de los escritos contenidos en el Nuevo
Testamento” (“Early
Christian Writings”, Andrew Louth, Penguin Books, 1968)
Del Didacta: “ Bautizad de la siguiente manera: Después de explicar todos
estos puntos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en una
corriente de agua. Pero si no hay una corriente de agua cercana, en otro cuerpo
de agua, si no la hubiera fría que sea agua caliente pero si no tienes ni una
ni otra, vuelca agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo. Y que nadie coma o beba de la Eucaristía sino aquellos
bautizados en el nombre del Señor. Porque concerniente a esto el Señor ha
dicho: ‘No déis a los perros lo que es santo’”
La
Epístola de Bernabé (70 A.D. ~ 100 A.D.)
“Observemos aquí como [el Señor] describe ambos el agua y la cruz en la
misma figura, siendo el significado que El les da, ‘bendito es el que
desciende en el agua con sus esperanzas puestas en la cruz’… El nos dice aquí
que luego de haber descendido al agua cargados de pecados, salimos de ella
floreciendo en frutos con reverencia en nuestros corazones y la esperanza de Jesús
en nuestras almas”
Clemente
de Roma (“La Epístola de Clemente” ~ 96 A.D.)
“¿Por qué hay peleas, tumultos y divisiones entre vosotros? ¿No tenéis
vosotros todos un Dios y un Cristo? ¿Es que no hay un Espíritu de gracia
derramado sobre todos nosotros?
El
Martirio de Policarpo (~ 155 A.D.)
“Y al entrar Policarpo en la arena una voz del cielo se escuchó diciendo ‘Sé
fuerte Policarpo y pórtate como un hombre’. Finalmente fue llamado a ser
examinado y el Gobernador lo presionaba diciendo: ‘Toma el juramento y te
dejaré ir’…‘Insulta a Cristo’. La respuesta de Policarpo fue la
siguiente: ‘Por ochenta y seis años lo he servido y El no me ha hecho ningún
daño. ¿Cómo puedo blasfemar a mi Rey y Salvador?
De Policarpo dice Eusebio en su “Historia de la Iglesia”: “Policarpo
fue instruido por los Apóstoles y por aquellos que vieron al Señor, pero fue
designado obispo de Esmirna por los apóstoles para servir allí. Yo mismo lo vi
porque vivió una larga vida y era de mayor edad cuando dio su vida en un espléndido
martirio. En todo tiempo enseñaba las cosas que había aprendido de los apóstoles,
las cosas que la Iglesia transmite y sólo aquellas que son verdaderas”
Basta hacer cuentas para deducir que Policarpo fue bautizado en el año 70,
cuando era apenas un niño según se menciona en la Primera Apología de San
Justino. De Policarpo se dice que los leones rehusaron atacarlo, se hizo
entonces un intento de quemarlo pero el fuego no lo dañó y finalmente tuvo que
ser traspasado por una daga.
Ignacio
de Antioquía (~35 A.D. – 107 A.D.)
“No es apropiado que haya bautismos si el obispo no está presente" (Epístola
a los Esmirneos)
Una
Antigua Homilía de Autor Desconocido (120 A.D. ~140 A.D.)
“Concerniente a aquellos que no han mantenido el sello [del bautismo],
El dice ‘Su cresa no morirá y su fuego no se apagará y serán un
espectáculo a toda carne’… porque luego que hemos partido del mundo no
podemos ya hacer confesión allí ni arrepentirnos ya más. Por lo tanto
hermanos si hemos hecho la voluntad del Padre y hemos mantenido la carne pura y
guardado el mandamiento del Señor, recibiremos vida eterna. Esto es lo que
significa el mantener la carne limpia y el sello [del bautismo] sin mácula
hasta el mismo fin para que podamos recibir la vida”
Ireneo
de Lyon (130 A.D. ~ 200 A.D.)
“Hay tantas versiones de la redención como maestros hay en estas opiniones místicas.
Y al refutarlos demostramos que esta clase de hombres ha sido instigada por
Satanás a negar el bautismo que es la regeneración por Dios y al efectuar tal
negación niegan y renuncian al total de la fe cristiana.
‘Y se sumergió’, dice la Escritura, ‘siete veces en el Jordán’. No fue
por nada que el Naamán de antiguo al sufrir de lepra fue purificado al
efectuarse su bautismo. Es buena esta indicación para nosotros, pues para
nosotros fue escrita. Porque somos como leprosos en el pecado y somos hechos
limpios por medio del agua sagrada y la invocación del Señor. Limpios de todas
nuestras transgresiones y espiritualmente regenerados como si fuéramos recién
nacidos. Es así que el Señor ha declarado: ‘A menos que uno nazca del agua y
del Espíritu, no entrará en el Reino de los Cielos’”
(Contra
las Herejías).
Y finalmente me gustaría citarte de un documento católico que explica la
doctrina de la salvación según es revelada en la Iglesia. Es en bien pocas y
buenas palabras que revela la esencia de las enseñanzas apostólicas al decir,
en referencia a 1 Cor 6:11.
“Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en virtud de obras de ellos
pero por designio y gracia de Él, siendo justificados por el Señor Jesucristo
han sido hechos hijos de Dios en bautismo, el sacramento de la fe y
participantes de la divina naturaleza, por lo tanto han sido verdaderamente
santificados. Deben por lo tanto abrazar y perfeccionar la santificación que de
Dios han recibido”
(“Lumen
Gentium”, no. 40)
Luego
de estas palabras podrás entender, José Luis, cuánto me alegro por tu próximo
bautismo.
Pueden bautizar a sus hijos y pueden no hacerlo, eso es una decision que como padres debeis de tomar porque lo mismo que una mujer cuando aborta se convierte en madre de un niñ@ muerto asi mismo unos padres que no Bautizan a sus hijos les quita la oportunidad de ser Bautizado en el Espiritu de Dios.
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