Juan de Jerusalén nació cerca de Vezelay, Francia,
alrededor de los años 1040 ó 1042. Fue uno de los fundadores de la Orden
de los Caballeros del Temple en 1118. Murió poco después, en el año
1119 ó 1120, a la edad de 77 años.
Escribió el "Protocolo secreto de las
profecías", un compendio de profecías en las que se describen las dos
fases que marcarán el futuro de la humanidad. Una primera fase, en la
cual estamos ya inmersos, será de tribulaciones y catástrofes que
servirán de purga contra todo el mal hecho por la humanidad y una
segunda fase que consistirá en la reconstrucción de valores y de
evolución espiritual.
En un manuscrito que data del siglo XIV y
descubierto en Zagorsk, ciudad al nordeste de Moscú, califica a Juan de
Jerusalén de prudente entre los prudentes, santo entre los santos y que
sabía leer y escuchar el cielo. También señala que Juan solía
retirarse frecuentemente al desierto para rezar y meditar, y que estaba
en la frontera entre la Tierra y el cielo.
Todas las profecías comienzan con la frase: Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...
Veo y conozco, escribió hace mil años
Juan de Jerusalén. Mis ojos descubren en el cielo lo que será, y
atravieso el tiempo de un solo paso. Una mano me guía hacia lo que ni
veis ni conocéis... veo y conozco lo que será. Soy el escriba.
Estas profecías estuvieron ocultas durante
muchos años, hasta que en el transcurso de la 2ª Guerra Mundial, en
1941, fueron halladas por la S.S. en una sinagoga de Varsovia; luego de
la caída de la Alemania nazi, desaparecieron nuevamente, hasta que
fueron descubiertas en años recientes en los archivos secretos de la
K.G.B. soviética, según afirman algunos investigadores.
Mis ojos descubren en el cielo lo que será, y
atravieso el tiempo de un solo paso. Una mano me guía hacia lo que ni
veis ni conocéis. Mil años habrán pasado y Jerusalén ya no será la
ciudad de los cruzados de Cristo.La arena habrá enterrado bajo sus
granos las murallas de nuestros castillos, nuestras armaduras y
nuestros huesos. Habrá sofocado nuestras voces y nuestras plegarias.
Los cristianos venidos de lejos en peregrinación, allí donde estaban sus derechos y su ley, no osarán acercarse al sepulcro y a las reliquias si no es escoltado por los caballeros judíos, que tendrán aquí, como si Cristo no hubiera sufrido en la cruz, su Reino y su Templo.
Los infieles serán una multitud innumerable que se extenderá por todas partes y su fe resonará como un tambor de un confín al otro de la tierra.
Veo la inmensidad de la tierra. Continentes que Herodoto no nombró sino en sueños se añadirán más allá de los grandes bosques de los que habla Tácito y en el lejano final de mares ilimitados que empiezan después de las columnas de Hércules.
Mil años habrán pasado desde el tiempo en que vivimos, y los fondos de todo el mundo se habrán en grandes reinos y vastos imperios. Guerras tan numerosas como las mallas de la cota que llevan los caballeros de la orden se entrelazaran, desharán los reinos y los imperios y tejerán otros. Y los siervos, los villanos, los pobres sin hogar se sublevaran mil veces, harán arder las cosechas, los castillos y las villas, hasta que se les queme vivos y se obligue a los supervivientes a volver a sus cubiles, Se habrán creído reyes.
Mil años habrán pasado y el hombre habrá conquistado el fondo de los mares y de los cielos, y será como una estrella en el firmamento. Habra adquirido el poder del sol y se creerá dios, construyendo sobre la inmensidad de la tierra mil torres de babel. Habrá edificado muros sobre las ruinas de los que levantaron los emperadores de Roma y éstos separarán una vez más las legiones de las tribus bárbaras.
Más allá de los grandes bosques habrá un imperio. Cuando caigan los muros, el imperio no será más que agua cenagosa. Las gentes se mezclarán una vez más. Entonces empezará el año mil que sigue al año mil.
Los cristianos venidos de lejos en peregrinación, allí donde estaban sus derechos y su ley, no osarán acercarse al sepulcro y a las reliquias si no es escoltado por los caballeros judíos, que tendrán aquí, como si Cristo no hubiera sufrido en la cruz, su Reino y su Templo.
Los infieles serán una multitud innumerable que se extenderá por todas partes y su fe resonará como un tambor de un confín al otro de la tierra.
Veo la inmensidad de la tierra. Continentes que Herodoto no nombró sino en sueños se añadirán más allá de los grandes bosques de los que habla Tácito y en el lejano final de mares ilimitados que empiezan después de las columnas de Hércules.
Mil años habrán pasado desde el tiempo en que vivimos, y los fondos de todo el mundo se habrán en grandes reinos y vastos imperios. Guerras tan numerosas como las mallas de la cota que llevan los caballeros de la orden se entrelazaran, desharán los reinos y los imperios y tejerán otros. Y los siervos, los villanos, los pobres sin hogar se sublevaran mil veces, harán arder las cosechas, los castillos y las villas, hasta que se les queme vivos y se obligue a los supervivientes a volver a sus cubiles, Se habrán creído reyes.
Mil años habrán pasado y el hombre habrá conquistado el fondo de los mares y de los cielos, y será como una estrella en el firmamento. Habra adquirido el poder del sol y se creerá dios, construyendo sobre la inmensidad de la tierra mil torres de babel. Habrá edificado muros sobre las ruinas de los que levantaron los emperadores de Roma y éstos separarán una vez más las legiones de las tribus bárbaras.
Más allá de los grandes bosques habrá un imperio. Cuando caigan los muros, el imperio no será más que agua cenagosa. Las gentes se mezclarán una vez más. Entonces empezará el año mil que sigue al año mil.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre estará frente a la entrada sombría de un laberinto
oscuro. Y al fondo de esa noche en la que va a internarse, veo los
ojos del Minotauro. Guárdate de su furor cruel, tú que vivirás en el
año mil que sigue al año mil.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil.
El oro estará en la sangre. El que contemple el cielo contará denarios; el que entre en el templo encontrará mercaderes; los mandatarios serán cambistas y usureros; La espada defenderá la serpiente. Pero el fuego será latente, todas las ciudades serán Sodoma y Gomorra y los hijos de los hijos se convertirán en la nube ardiente; ellos alcanzarán los viejos estandartes.
El oro estará en la sangre. El que contemple el cielo contará denarios; el que entre en el templo encontrará mercaderes; los mandatarios serán cambistas y usureros; La espada defenderá la serpiente. Pero el fuego será latente, todas las ciudades serán Sodoma y Gomorra y los hijos de los hijos se convertirán en la nube ardiente; ellos alcanzarán los viejos estandartes.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre habrá poblado los cielos y la tierra y los mares con sus
criaturas; mandará, pretenderá los poderes de Dios, No conocerá
límite. Pero todas las cosas se sublevarán; titubeará como un rey
borracho; galopará como un caballero ciego y a golpes de espuela
internará a su montura en el bosque; al final del camino estará el
abismo.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
se erigirán torres de Babel en todos los puntos de la tierra, en
Roma y en Bizancio; los campos se vaciarán; no habrá más ley que
mirar por uno mismo y por los propios. Pero los bárbaros estarán en
la ciudad; ya no habrá pan para todos y los juegos no serán
suficientes; entonces, las gentes sin futuro provocarán grandes
incendios.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hambre oprimirá el vientre de tantos hombres y el frío aterirá
tantas manos, que estos querrán ver otro mundo y vendrán mercaderes
de ilusiones que ofrecerán el veneno. Pero éste destruirá los
cuerpos y pudrirá las almas; y aquellos que hayan mezclado el veneno
con su sangre serán como bestias salvajes cogidas en una trampa, y
matarán y violarán y despojarán y robarán, y la vida será un
Apocalipsis cotidiano.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
todos intentarán disfrutar tanto como puedan; el hombre repudiará a
su esposa tantas veces como se case y la mujer irá por los caminos
umbríos tomando al que le plazca, dando a luz sin poner el nombre
del padre. Pero ningún maestro guiará al niño y cada uno estará solo
entre los demás; la tradición se perderá; la ley será olvidada como
si no se hubiera anunciado y el hombre volverá a ser salvaje.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el padre buscará el placer en su hija, el hombre en el hombre, la
mujer en la mujer, el viejo en el niño impúber, y eso será a los
ojos de todos. Pero la sangre se hará impura; el mal se extenderá de
lecho en lecho; el cuerpo acogerá todas las podredumbres de la
tierra, los rostros serán consumidos, los miembros, descarnados; el
amor será una peligrosa amenaza para aquellos que se conozcan sólo
por la carne.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
aquel que hable de promesas y de ley no será oído; el que predique
la fe de Cristo perderá su voz en el desierto. Pero por todas partes
se extenderán las aguas poderosas de las religiones infieles;
falsos mesías reunirán a los hombres ciegos. Y el infiel armado será
como nunca había sido; hablará de justicia y de derecho, y su fe
será de sangre y fuego; se vengará de la cruzada.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el fragor de la muerte provocada avanzará como la tormenta sobre la
tierra; los bárbaros se mezclarán con los soldados de las últimas
legiones; los infieles vivirán en el corazón de las ciudades santas;
todos serán, por turnos, bárbaros, infieles y salvajes. No habrá
órdenes ni normas; el odio se extenderá como la llama en el bosque
seco; los bárbaros masacrarán a los soldados; los infieles
degollarán a los creyentes; el salvajismo será cosa de cada uno y de
todos, y las ciudades morirán.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
los hombres se juzgarán entre ellos según sean su sangre y su fe;
nadie escuchará el corazón sufriente de los niños; se les echará del
nido como los pájaros a sus crías; y nadie podrá protegerlos de la
mano armada con guantelete. El odio inundará las tierras que se
creían pacificadas. Y nadie se librará, ni los viejos ni los
heridos; las casas serán destruidas o robadas; los unos se
apoderarán del lugar de lo otros; todos cerrarán los ojos para no
ver a las mujeres violadas.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
todos sabrán lo que ocurre en todos los lugares de la tierra: se
verá al niño cuyos huesos están marcados en la piel y al que tiene
los ojos cubiertos de moscas, Y al que se da caza como a las ratas.
Pero el hombre que lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará
sino de sí mismo; dará un puñado de granos como limosna, mientras
que el dormirá sobre sacos llenos. Y lo que dé con una mano recogerá
con la otra.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre comerciará con todo; todas las cosas tendrán precio, el
árbol, el agua y el animal; nada más será realmente dado y todo será
vendido. Pero el hombre entonces no valdrá más que su peso en
carne; se comerciará con su cuerpo como los canales de ganado;
tomarán su ojo y su corazón; nada será sagrado, ni su vida ni su
alma; se disputarán sus despojos y su sangre como si se tratara de
una carroña.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre habrá cambiado la faz de la tierra; se proclamará el
señor y el soberano de los bosques y de las manadas; habrá surcado
el sol y el cielo y trazará caminos en los ríos y en los mares. Pero
la tierra estará desnuda y será estéril, el aire quemará y el agua
será fétida; la vida se marchitará porque el hombre agotará las
riquezas del mundo. Y el hombre estará solo como un lobo en el odio
de sí mismo.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
los niños también serán vendidos; algunos se servirán de ellos como
de muñecos para disfrutar de su piel joven; otros los tratarán como
a animales serviles. Se olvidará la debilidad sagrada del niño y su
ministerio; será como un potro que se doma, como un cordero que se
sangra, que se sacrifica. Y el hombre no será más que barbarie
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
la mirada y el espíritu de los hombres serán prisioneros; estarán
ebrios y no lo sabrán; tomarán las imágenes y los reflejos por la
verdad del mundo; se hará con ellos lo que se hace con un cordero.
Entonces vendrán los carniceros; los rapaces los agruparán en
rebaños para guiarlos hacia el abismo y levantar a los unos contra
los otros; se les matará para tomar su lana y su piel y el hombre
que sobreviva será despojado de su alma.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
reinarán los soberanos sin fe; mandarán sobre multitudes humanas
inocentes y pasivas; esconderán sus rostros y guardarán en secreto su
nombre y sus fortalezas estarán perdidas en los bosques. Pero ellos
decidirán la suerte de todo y de todos; nadie participará en las
asambleas de su orden; todos serán siervos pero se creerán hombres
libres y caballeros; sólo se levantarán los de las ciudades salvajes y
las creencias heréticas, pero también serán vencidos y quemados
vivos.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
los hombres serán tan numerosos sobre la tierra que parecerán un
hormiguero en el que alguien clavara un bastón; se moverán inquietos
y la muerte los aplastará con el talón como a insectos
enloquecidos. Grandes movimientos los enfrentarán unos contra otros;
las pieles oscuras se mezclarán con las pieles blancas; la fe de
Cristo con la del infiel; algunos predicarán la paz concertada pero
por todo el mundo habrá guerras de tribus enemigas.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
los hombres querrán franquear las murallas; la madre tendrá el pelo
gris de una vieja; el camino de la naturaleza será abandonado y las
familias serán como granos separados que nada puede unir. Será,
pues, otro mundo; todos errarán sin vínculos, como los caballos
desbocados corriendo en todas direcciones sin guía; desgraciado del
caballero que cabalgue esa montura; carecerá de estribos y se
precipitará en la zanja.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
los hombres no confiarán en la ley de Dios, sino que querrán guiar
su vida como a una montura; querrán elegir a sus hijos en el vientre
de sus mujeres y matarán a aquellos que no deseen. Pero ¿qué será
de esto hombres que se creen Dios? Los poderosos se apropiarán de
las mejores tierras y las mujeres más bellas; los pobres y los
débiles serán ganado; los poblachos se convertirán en plazas
fuertes; el miedo invadirá los corazones como un veneno.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
habrá surgido un orden negro y secreto; su ley será el odio y su
arma, el veneno; deseará siempre más oro y se extenderá su reino por
toda la tierra, y sus servidores estarán unidos entre ellos por un
beso de sangre. Los hombres justos y los débiles acatarán su regla.
Los poderosos se pondrán a sus servicios. La única ley será la que
dicte en las sombras; venderá el veneno aun dentro de las iglesias. Y
el mundo avanzará con ese escorpión bajo el pie.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
muchos hombres permanecerán sentados con los brazos cruzados, se
irán sin saber adónde, con los ojos vacíos, pues no tendrán forja en
la que batir el metal, ni campo que cultivar. Serán como la
simiente que no puede echar raíces. Errantes y empobrecidos; los más
jóvenes y los más viejos, a menudo sin hogar. Su única salvación
será la guerra y combatirán entre ellos, y odiarán su vida.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
las enfermedades del agua, del cielo y de la tierra atacarán al
hombre y le amenazarán; querrá hacer nacer lo que ha destruido y
proteger su entorno; tendrá miedo de los días futuros. Pero será
demasiado tarde; el desierto devorará la tierra y el agua será cada
vez más profunda, y algunos días se desbordará, llevándose todo por
delante como un diluvio, y al día siguiente la tierra carecerá de
ella y el aire consumirá los cuerpos de los más débiles.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
la tierra temblará en muchos lugares y las ciudades se hundirán;
todo lo que se haya construido sin escuchar a los sabios será
amenazado y destruido; el lodo hundirá los pueblos y el suelo se
abrirá bajo los palacios. El hombre se obstinará porque el orgullo
es su locura; no escuchará las advertencias repetidas de la tierra,
pero el incendio destruirá las nuevas Romas y, entre los escombros
acumulados, los pobres y los bárbaros, a pesar de las legiones,
saquearán las riquezas abandonadas.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el sol quemará la tierra; el aire ya no será velo que protege del
fuego. No será más que una cortina agujereada y la luz ardiente
consumirá las pieles y los ojos. El mar se alzará como agua
enfurecida; las ciudades y las riberas quedarán inundadas y
continentes enteros desaparecerán; los hombres se refugiarán en las
alturas y olvidando lo ocurrido, iniciarán la reconstrucción.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
los hombres sabrán hacer realidad los espejismos; los sentidos
serán engañados y creerán tocar lo que no existe; seguirán caminos
que solo los ojos verán y el sueño podrá hacerse realidad. Pero el
hombre ya no sabrá distinguir entre lo que es y lo que no es. Se
perderá en falsos laberintos; los que consigan dar vida a los
espejismos se burlarán del hombre pueril, engañándole. Y muchos
hombres se convertirán en perros rastreros.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
los animales que Noé embarcó en su arca no serán, entre las manos
del hombre, más que bestias transformadas según su voluntad; y,
¿quién se preocupará de su sufrimiento vital? El hombre habrá hecho
de cada animal lo que habrá querido. Y habrá destruido numerosas
especies. ¿En qué se habrá convertido el hombre que haya cambiado
las leyes de la vida, que haya hecho del animal vivo pella de
arcilla? ¿Será el igual de Dios o el hijo del diablo?
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
se deberá temer por hijo del hombre; el veneno y la desesperación
le acecharán; no se le habrá deseado más que por uno mismo, no por
él o por el mundo; será acosado por el placer y a veces venderá su
cuerpo. Pero incluso el que sea protegido por los suyos estará en
peligro de tener el espíritu muerto; vivirá en el juego y en el
espejismo. ¿Quién le guiará cuando no tenga maestros? Nadie le habrá
enseñado a esperar y a actuar.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre se creerá Dios, aunque no habrá progresado nada desde su
nacimiento. Atacará vencido por la ira y por los celos. Y su brazo
estará armado con el poder del que se habrá adueñado; Prometeo cegado
podrá destruirlo todo a su alrededor. Será un enano de alma y
tendrá la fuerza de un gigante; avanzará a pasos inmensos pero no
sabrá que camino tomar. Su cabeza estará cargada de saber pero ya no
sabrá porque vive o porque muere será, como siempre, el loco que
gesticula o el niño que gime.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
regiones enteras serán botines de guerra. Más allá de los límites
romanos e incluso en el antigua territorio del imperio; los hombres
de las mismas ciudades se degollarán; aquí habrá guerra entre tribus
y allá, entre creyentes. Los judíos y los hijos de Alá no dejarán
de enfrentarse y la tierra de Cristo será su campo de batalla; pero
los fieles querrán defender en todo el mundo la pureza de su fe y
ante ellos no habrá más que duda y poder; entonces la muerte
avanzará por todo el mundo como estandarte de los tiempos nuevos.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
multitudes de hombres serán excluídos de la vida humana; no tendrán
derechos, ni techo, ni pan; estarán desnudos y no tendrán más que
su cuerpo para vender; se le expulsará lejos de la torre de Babel de
la opulencia. Se agitarán como un remordimiento o una amenaza;
ocuparán regiones enteras y proliferarán: escucharán las prédicas de
la venganza y se lanzarán al asalto de las torres orgullosas; habrá
llegado el tiempo de las invasiones bárbaras.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
El hombre habrá entrado en el laberinto oscuro; tendrá miedo y
cerrará los ojos, pues ya no sabrá ver; desconfiará de todo y temerá
a cada paso, pero será empujado hacia delante y no le será
permitido detenerse.. La voz de Casandra será, sin embargo, potente y
clara. Pero él no la oirá pues querrá poseer más cada día y su
cabeza se habrá perdido en las fantasías; los que serán sus maestros
le engañarán y no tendrá más que malos consejeros.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
los hombres por fin habrán abierto sus ojos; ya no estarán
encerrados en sus cabezas o en sus ciudades; se verán y se oirán de
un lado a otro de la tierra; sabrán que lo que golpea a uno hiere al
otro. Los hombres formarán un cuerpo único del que cada uno será
una parte ínfima, y juntos construirán el corazón, y habrá una
lengua que será hablada por todos y nacerá así, por fin, el gran
humano.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
el hombre habrá conquistado el cielo; creará estrellas en el gran
mar azul sombrío y navegará en esa nave brillante, nuevo Ulises,
compañero del sol, hacia la odisea celeste. Pero también será el
soberano del agua; habrá construido grandes ciudades náuticas, que
se nutrirán de las cosechas del mar; vivirá así en todos los
rincones del gran dominio y nada le será prohibido.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
los hombres podrán penetrar en las profundidades de las aguas; su
cuerpo será nuevo y ellos serán peces, y algunos volarán más altos
que los pájaros como si la piedra no cayera. Se comunicarán entre
ellos pues su espíritu estará tan abierto que recogerá todos los
mensajes, y los sueños serán compartidos y vivirán tanto tiempo como
el más viejo de los hombres, aquel del que hablan los libros
sagrados.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
el hombre conocerá el espíritu de todas las cosas, la piedra o el
agua, el cuerpo del animal o la mirada del otro; habrá penetrado los
secretos que los dioses antiguos poseían y empujará una puerta tras
otra en el laberinto de la vida nueva. Creará con la fuerza con que
brota una fuente; enseñara es saber a la multitud de los hombres, y
los niños conocerán la tierra y el cielo mejor que nadie antes que
ellos. Y el cuerpo del hombre será más grande y más hábil. Y su
espíritu habrá abarcado todas las cosas y las habrá poseído.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
el hombre ya no será el único soberano, pues la mujer empuñará el
cetro; será la gran maestra de los tiempos futuros y lo que piense
lo impondrá a los hombres; será la madre de ese año mil que sigue al
año mil. Difundirá la dulzura tierna de la madre tras los días del
diablo; será la belleza después de la fealdad de los tiempos
bárbaros; el año mil que viene después del año mil cambiará en poco
tiempo; se amará y se compartirá, se soñará y se dará vida a los
sueños.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
el hombre conocerá un segundo nacimiento; el espíritu se apoderará
de las gentes, que comulgarán en fraternidad; entonces se anunciará
el fin de los tiempos bárbaros. Será el tiempo de un nuevo vigor de
la fe; después de los días negros del inicio del año mil que viene
después del año mil, empezarán los días felices; el hombre
reconocerá el camino de los hombres y la tierra será ordenada.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
los caminos irán de una punta de la tierra y del cielo a la otra;
los bosques serán de nuevo frondosos y los desiertos habrán sido
irrigados; las aguas habrán vuelto a ser puras. La tierra será un
jardín; el hombre velará sobre todo lo que vive; purificará lo que
ha contaminado; así sentirá que toda esta tierra es su hogar, y será
sabio y pensará en el mañana.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
todos serán como movimientos ordenados, se sabrá todo del mundo y
del propio cuerpo; se soñará con la enfermedad antes de que
aparezca; todos se curarán así mismos y a los demás. Se habrá
entendido que es necesario ayudar para mantenerse, y el hombre,
después de los tiempos de cerrazón y de avaricia, abrirá su corazón y
su bolsa a los más desposeídos; se sentirá caballero de la orden
humana y así por fin un tiempo nuevo empezará.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
el hombre habrá aprendido a dar y compartir; los días amargos de la
soledad habrán pasado; creerá de nuevo en el espíritu; y los
bárbaros habrán adquirido el derecho de ciudadanía. Pero eso vendrá
después de las guerras y los incendios; eso surgirá de los escombros
ennegrecidos de las torres de Babel. Y habrá sido necesario el puño
de hierro para que se ordene el desorden. Y para que el hombre
encuentre el buen camino.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil,
el hombre sabrá que todos los seres vivos son portadores de luz y
que son criaturas que deben ser respetadas; habrá construido las
ciudades nuevas en el cielo, sobre la tierra y sobre el mar.
Conservará en la memoria lo que fue y sabrá leer lo que será; ya no
tendrá miedo de su propia muerte, pues en su vida habrá vivido
muchas vidas y sabrá que la luz nunca se apagará.
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